No hay mejor manera que estrenar la temporada veraniega con la receta que mejor la representa (en mi modesta opinión), y es que el GAZPACHO ANDALUZ es el plato estrella ya que, gracias a su frescor, nos va a permitir sobrellevar mejor la calor propia de estos meses.
Además, esta receta nos permite aprovechar los ricos tomates de la mata, la verdura del verano, por encontrarse en su temporada de máximo esplendor. Todas son ventajas para preparar este exquisito, nutritivo, refrescante y, sobre todo, fácil manjar estival.
Me preguntaréis…. ¿por qué lo llamo «andaluz»? No es porque yo sea andaluza… jijijjji…. que también… si no por su origen, ya que es originario de los antiguos campesinos y jornaleros andaluces de principios del siglo XIX, que aprovechaban el pan seco de días anteriores, lo mojaban en agua y lo estrujaban a mano, mezclándolo con tomates también que estrujaban manualmente, ajo machacado en un mortero, sal, aceite, vinagre y, si las tenían a mano, otras verduras picadas como los pepinos y pimientos, para hacer de esta mezcla su comida más refrescante.
Ahora bien, aunque hoy en día normalmente se empleen los mismos ingredientes, no vais a probar nunca dos gazpachos iguales, de ahí la gran variedad de recetas que existen para elaborar este plato.
A menudo nos vamos a encontrar con recetas que le añaden pan, por ejemplo, o cebolla. En mi caso no es así por dos motivos: intentar no añadir calorías «extras» con el pan (que tampoco añade algo especial) y, en el caso de la cebolla, no quiero que quede un sabor algo dulzón. Conviene recordar que las verduras, por lo general, aportan un porcentaje bajo de hidratos de carbono a nuestra dieta, pero concretamente el tomate es una verdura con uno de los niveles más altos de hidratos de carbono. En el equilibrio está la clave.
Igualmente es un plato agradecido por su durabilidad, ya que una receta como esta puede darte porciones de gazpacho para varias personas o, si son dos por ejemplo, para varios días. Además, es una comida ideal para llevarla al trabajo o a la playa si decidís pasar un día a orilla del mar. Su versatilidad lo hace especial.
Si nos adentramos en los nutrientes que nos aporta el tomate, conviene tener en cuenta que es rico en vitamina C (un potente antioxidante natural), además de vitamina A (que protege nuestra vista), vitamina K (ayuda a la coagulación de la sangre), hierro (mineral que vela por el buen estado de nuestra sangre) y potasio (que evita la retención de líquidos y favorece la eliminación de toxinas). Es un buen cuidador de nuestra piel, un remedio natural contra el envejecimiento y evita el estreñimiento (por su alto contenido en fibra).
Y, abriendo un pequeño paréntesis, quiero dedicarle esta refrescante receta a Iván Morales, un chico que conocí hace un tiempo en un curso intensivo de emprendimiento y que me transmitió una energía muy positiva al igual que una fortaleza especial para coger las riendas de tu vida a nivel profesional. Recientemente me he enterado de que es un amante del gazpacho así que… va por ti Iván 😉
Antes de ponernos manos a la obra, lo primero a tener en cuenta es la herramienta que vamos a elegir para realizar la mezcla (créanme que esto es casi igual de importante que los tomates que empleemos en ella). Lo ideal es emplear una buena batidora de vaso, que sea muy potente si es posible, ya que nos va a permitir pasar todos los ingredientes y dejarlos completamente líquidos sin necesidad de quitarles previamente la piel ni colarlos posteriormente para quitarles los grumos y pellejos (importante no quitarle la piel a los tomates, ya que en ella es donde reside prácticamente toda su vitamina).
Ahora bien, si no disponéis de una como la que he descrito, cogemos una batidora de mano (de toda la vida) y trituramos con ella los ingredientes (eso sí, luego no os olvidéis colar el resultado por un pasapurés si no queréis encontraros pellejos o pequeños trocitos de comida que pueden resultar un tanto incómodos a la hora de bebernos el gazpacho).